domingo, 29 de junio de 2014

Escandinavia, una verdadera cultura del reciclaje

Son sin duda épocas especiales para reinventarnos y mejorar en todos los sentidos.
Nuestros adolescentes y jóvenes se mueven entre medio de palabras que nosotros no teníamos en nuestros oídos cuando contábamos con sus edades: microfinanzas para el desarrollo, seguridad y soberanía alimentaria, decrecimiento…
Es estupendo que ellos tengan una visión más amplia del presente de crisis y quejas negativas en las que los medias se obstinan como si de una dictadura se tratara. Nuestros jóvenes, cuentan también con las posibilidades de investigar, explorar en otros caminos alternativos al derrotismo, la sumisión apática famosa del “que le vamos hacer” o el “nos tocó a nosotros”.
Reinventándose se forman nuevos hábitos de vida que favorecen mucho la expresión del espíritu solidario, y nos hacen ser más participativos en el bando de las soluciones a los conflictos.
Reinventarse lleva implícito también una serie de cambios que comienzan a ser cuantitativos y que poco a poco, vamos reafinando hasta que se convierten casi sin darnos cuenta en un modo de vida cualitativo.
Así, nos vemos haciendo un consumo responsable. Buscando los alimentos que sean más sanos, a ser posibles comprados en el barrio, productos procedentes de pequeños emprendedores, que a la sazón, son aquellos que para nuestra total confianza, no tienen pesticidas ni otras lacras de los cultivos modernos. En el sur de Andalucía ha tomado protagonismo esta forma de consumo alimentario.
La compra de ropas y muebles de primeras marcas es algo que después de reinventarnos, ya sentimos carente de sentido, vacío. Si además nos preocupamos de conocer el origen de casi todas las marcas de moda que dan prestigio a quienes la poseen, y nos enteramos que están hechas por manos infantiles en condiciones de trabajos más que denunciables, dejar de consumirlas, es ya el gran salto a la cualidad.
En este aspecto, juega un papel importante la cultura escandinava donde está muy normalizada la costumbre de comprar en segunda mano, en las numerosas tiendas que existen al respecto. Allí las personas que ya no necesitan o no usan sus ropas, muebles e incluso utensilios de cocina, cuadros, lámparas, juguetes, libros, discos…los donan a tiendas que están gestionadas por voluntarios.
También trabajan en estas tiendas otras personas que hacen prácticas, aprendiendo el idioma y por último, otros grupos que hacen algún cumplimiento de trabajo para la comunidad.
El dinero que se obtiene de la venta de todos los objetos y ropas de segunda mano, van destinados a países menos favorecidos, en concreto para la construcción de escuelas y dispensarios médicos. Aunque según las necesidades, este dinero también se destina a proyectos de necesidades locales de poblaciones que necesitan por ejemplo canalizar agua para los hogares.
En algunas tiendas de segunda mano (llamadas loppis) hay también un lugar para tomar café y pastelitos a precios populares.
Existen también otras iniciativas personales de consumo responsable (por si a alguien le interesa trabajarla para ponerla en práctica) y que no son en tiendas, sino en las casas particulares de quien hace las ventas. En estos casos, se anuncia el día y la hora con carteles que se cuelgan en los árboles, en las farolas, etc.
Y se vende normalmente a los vecinos, todo aquello que ya no se necesita o no se usa (familias que se va a mudar a casa más pequeñas, ropas de bebés que han crecido, etc.) Es muy común también que los niños participen poniendo a la venta sus botas de esquiar y juguetes.
Precisamente por los tiempos en que vivimos, en los que hay que reinventarse e introducir los cambios positivos para cuidar y cuidarnos, mantengo la esperanza de que la cultura del reciclar en todos los sentidos vaya ganándole a la del usar y tirar, pues estoy segura que nuestra importancia personal radica en otras cuestiones que nada tiene que ver con la superficialidad del poseer innecesariamente ni la del estrenar constantemente.